sábado, 7 de febrero de 2009

Adiós a Pin Pon



Jorge Guerra era un ser superior

No era mi amigo. Tampoco estoy en condiciones de pretender considerarme uno de sus conocidos. Lo cierto es que sólo una vez tuve la oportunidad de cruzar algunas frases, más bien protocolares, con él. Fue hace algunos años en los pasillos de la Radio Nuevo Mundo en donde yo trabajaba. El esperaba para ser entrevistado en un programa vespertino.
No era mi amigo, pero lo sentí muy cercano, como a un hermano. Y en aquella oportunidad pude observar una sombra de amargura en su rostro. No era esa pesadumbre ególatra de quien no ha sido reconocido en su propio país por sus méritos; tampoco porque su popular personaje infantil, Pin Pon, prácticamente había sido desterrado de la historia de la televisión chilena (pero no de nuestra memoria); menos, porque ya no era la figura estelar de la pantalla chica.
Creo que lo que vi en el rostro de Jorge Guerra fue la amargura de saber que íbamos cayendo irremediablemente a un abismo en cuyo fondo reina la ignorancia; que el advenimiento de la democracia no había sido suficiente para eliminar el germen de la dictadura; que el contagio maligno seguía creciendo y arrasando valores, talentos, conocimiento, reflexión, búsqueda, cuestionamiento y solidaridad, entre otros tesoros perdidos.
Sin embargo Guerra no claudicó. Perseveró y luchó. “¿Por qué me tengo que ir de nuevo del país si éste es mi país?” , dijo luego de un interrumpido intento de regresar con Pin Pon a la TV y ser estafado por inescrupulosos.
Jorge Guerra (1942-2009) comenzó su romance con el arte a temprana edad. A los 16 años entró a estudiar pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero la llamada de la actuación fue más fuerte y en 1960 creó su inolvidable y clásico Pin Pon, un personaje que ha marcado un antes y un después en la historia de la televisión chilena. En esos programas aplicó sus conocimientos de dibujo y artes manuales y comenzó a entregar valores positivos a los niños y yo diría que hasta a los adultos. Eran tiempos en que la televisión pretendía ser decente, orientadora y constituirse en un real aporte para la cultura popular.
Valentín Trujillo -con su piano- fue su fiel escudero en la cruzada. De Canal 13 pasó a Televisión Nacional hasta que debió emigrar debido a los problemas que tuvo con la dictadura militar. Entre sus anécdotas Guerra contaba que Pin Pon fue el único programa que se grababa con la presencia de uniformados armados y con bala pasada en el estudio. “Cuando yo alzaba la vista para decir 'Amigo Valentín', en el techo del canal había un boquete abierto en el que había un soldado apuntándome para abajo. No era muy agradable", declaró. (ver su sitio oficial: http://www.pinpon.cl/)
Durante su exilio estuvo en Perú y Ecuador en donde transmitió sus enseñanzas, hasta que decidió instalarse en Cuba. El gobierno de la isla lo nombró director artístico en la televisión del país. También recibió la medalla "Raúl Gómez García" de la Cultura, premio a la trayectoria el que se otorgó por primera vez un extranjero.
A su regreso a Chile su programa volvió a la pantalla chica, pero problemas contractuales detonaron su salida. Estuvo a punto de abandonar Chile, pero tomó la decisión de quedarse: "Me dije sea como sea, este es mi país y no me voy a ir, porque no puede ser que haya tenido que hacerlo, primero por una dictadura, y luego por unos estafadores en democracia".
Chile hoy lo llora, aunque en vida el país no supo retribuir lo que él hizo por su infancia. Hoy, lamentablemente, imperan otros “valores”: La ley del mercado, la “libre” competencia, la lucha por la sintonía fácil, el individualismo, el caño y la silicona, la banalidad de los realities shows, la opinología de tercera clase y el culto a la estupidez.
¡Cómo te extrañamos Jorge Guerra-Pin Pon!
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viernes, 6 de febrero de 2009

Profesor Humberto Maturana:

“La verdadera droga dura
es la pobreza”

Artículo publicado en el periódico chileno The Clinic
(The Clinic.cl)

Doctor en biología de la Universidad de Harvard y Premio Nacional de Ciencias 1994, Humberto Maturana ha explorado al ser humano mediante el análisis de las emociones, la amistad, el poder, la educación y la importancia del lenguaje. Autor del aclamado libro “El árbol del conocimiento”, el científico hace en esta entrevista un balance de los hechos noticiosos que marcaron el 2008 y entrega una visión crítica sobre la predominancia del lucro en toda la actividad nacional y se pronuncia sobre los debates valóricos que rondan por Chile, como las drogas, la eutanasiala y la píldora del día después, cuestionando el rol irresponsable de la Iglesia en la prohibición de esta última.


Por Macarena Gallo , de "The Clinic"

¿Cómo fue el 2008 para usted?
-Fue interesante, lo que no significa que haya sido bueno. Es muy doloroso y desquiciante que el ámbito político se haya convertido en una lucha, de competencia, de negaciones, de búsqueda del poder por los distintos grupos políticos, en vez de ser un ámbito de colaboraciones para el bienestar del país. También fue un año de crítica al gobierno de Michelle Bachelet.
¿Sí?
-¿Cómo lo ha hecho ella?-Muy bien, pero no quiere decir que le haya resultado todo lo que tiene que hacer. En su intento y en su gestión, ha estado preocupada por generar espacios de bienestar social, médico y educacional. Y claro, no siempre ha encontrado la colaboración que necesita, por lo que siempre va a haber gente que la va a estar criticando. La pregunta es cómo puede funcionar su gobierno en base a la crítica. Yo lo veo muy difícil.
¿Qué le parecieron las fotografías en traje de baño que le sacaron?
-Da lo mismo si ella anda en bikini o traje de baño entero, si se baña empelota en un centro nudista o si se ve gorda, porque eso es normal y todos lo hacemos. El problema es la intención, que en este caso fue una agresión, una invasión a la privacidad, con una intención manipulativa (sic), explotadora, muy solapada. Nadie declara que eso ¡es terrible!

POLÍTICA CHILENA

¿Para dónde cree que va la política chilena?
-Debería generar proyectos nacionales comunes, que no tengan que ver con qué partido político gobierne, porque el país es tema de todos, no sólo de los gobernantes, sino también de los grupos de oposición. Si la política del país no genera eso, está mal. Y creo que es difícil que eso cambie, lamentablemente.
¿Y la derecha cómo lo ha hecho?
-La derecha nunca es adecuada y menos, moderna, porque en el momento de ser moderna, deja de ser derecha. La derecha es una restricción de la conciencia social, tiene que ver con restricciones, con privilegios, con no hacerse cargo y responsable de la comunidad social. Al empresario que se preocupa del bienestar social de sus trabajadores, le dicen “ayyy, te volviste socialista”… En el momento que la conciencia se abre, deja de ser derecha.
El próximo presidente de Chile puede ser un empresario: Piñera…
-Hay un tema fundamental en el país, el ecológico, que tiene relación con el calentamiento de la tierra, las energías renovables, etcétera. Lo central para cualquier próximo presidente es que se preocupe de esto, pero en serio. No en términos de la ciencia, sino en términos de la voluntad. No sé lo que pueda hacer Piñera, pero lo central es tener esa voluntad y ningún gobierno de la Concertación ha enfrentado el problema de la energía de una manera adecuada, porque no han tenido conciencia o porque no han tenido imaginación. No sé. El actuar con sabiduría en ese ámbito no es un tema de la razón o de los saberes sino de lo que se quiere. Si se dice que es difícil, es que no se quiere. Si se dice que en la educación no debe haber lucro, necesitamos más conocimientos, es que no se quiere … sabemos más que lo necesario en el ámbito ecológico. Nuestro problema no está en el no saber sino en el no querer.

PURO LUCRO

¿Qué hecho noticioso lo impactó el año pasado?
-Que todo se centre en el lucro…
¿Sí?
-Fíjate que el lucro no es la ganancia, no es el flujo de energía, no es la distribución monetaria por una labor bien hecha, ¡noooo! El lucro es orientar el quehacer de uno al enriquecimiento y hacer cosas con ese objetivo. Cuando se dice el quehacer educacional se subordine a la ganancia y al dinero, ¡eso no! La gente quiere comerciar con la educación, lo cual no está bien.
En ese sentido, ¿cómo ve la educación chilena actual?
-Cuando yo era niño -estoy hablando de la década del 40- uno estudiaba, ya sea en el colegio o en la universidad, para devolverle al país lo que había recibido de él. Porque la educación era gratuita y de buena calidad. Una parte importante de la educación tenía directa relación con la educación cívica, con el saberse ciudadano responsable y tomar eso como algo fundamental. Pero ese elemento fundamental se perdió.
¿Cómo?
-Por culpa del gobierno militar. Se suprimió con las reformas educacionales y se empujó con esto de privatizar la educación.
Ahora los jóvenes no tienen qué devolverle al país…
-Claro. No tienen qué devolverle. Hoy el propósito de la educación es prepararlos para entrar al mercado, competir y hacer un comercio… Cuando la educación cívica se suprimió, perdimos la confianza; no estamos formando ciudadanos responsables, colaboradores. Ese ciudadano murió con el golpe.
¿Usted estudió en el liceo Manuel de Salas, ¿Qué fue para ud lo más valioso en él?
-Para mí lo más valioso fue que siempre los alumnos teníamos presencia. Éramos personas a las que se invitaba a reflexionar sobre lo que hacían y el país que querían generar con su vivir.
A propósito, ¿qué le pareció el jarrazo de María Música a la ministra de educación?
-¡Pésimo! Me pareció una falta de respeto propia del ánimo de agresión en que vivimos, de no escucharnos, de pensar que cuando el otro no hace lo que yo digo, entonces puedo exigir. Eso se hace cuando uno no tiene argumento, cuando no se tiene un entendimiento adecuado de lo que quiero decir. Si le tiro agua, estoy declarándome absolutamente incapaz de expresarme.
En una entrevista, usted dijo que el movimiento estudiantil desencadenado por la revolución pingüina contribuyó a revertir una de las peores cosas heredadas de la dictadura, “la negación de la reflexión”.
-Sí. No sé si ese movimiento contribuyó a eso, pero es expresión de eso. Es un poco parecido a la niña que tira el vaso de agua. No es agresivo cuando se pide permiso para protestar en la calle y se intenta abrir un espacio de conversación, pero cuando hacemos vandalismo es peor que el vaso de agua, porque entonces simplemente estoy negando la posibilidad de ser escuchado. Los problemas humanos, los conflictos de deseos y emociones, jamás se resuelven en la lucha. Sólo se resuelven en una mesa de conversación.

ABORTO, EUTANASIA

¿Cómo vio toda la polémica de la pastilla del día después?
-Hay varios argumentos que uno podría tener. Podría decir, por ejemplo, que si Dios nos entregó la capacidad de reflexión y todas las capacidades que tenemos y nosotros somos responsables de todo lo que hacemos, la píldora del día después y el aborto son aspectos de las cosas que podemos hacer y es tarea nuestra escoger qué hacer… ¿Desde dónde?, desde nuestros sentido ético y de conciencia social, pero el oponerse así, a priori, no es justificable.
¿Por qué este tipo de decisiones están de lado de la prohibición y no de la responsabilidad individual?
-Toda prohibición proviene de un deseo de imponer a otro una preferencia. Cada vez que me doy la autoridad de prohibir algo a otro, estoy imponiéndole mi opinión. La pastilla del día después debe estar ahí disponible para todos y tener una indicación que diga que no es necesario usarla, salvo en circunstancias especiales. Uno usa la pastilla del día después porque tuvo una relación sexual en la armonía de la pareja y no quiere sus consecuencias; o la usa porque fue objeto de una violación, y su uso es un recurso para evitar un daño muy grande que es el embarazo no deseado. No puede venir una doctrina política ni religiosa a predeterminar mis respuestas frente a las situaciones que vivo. Debo tener un acceso a escoger. Y eso no lo están permitiendo.
Usted decía que la prohibición de los instrumentos de control de natalidad conllevaría a una “calcutación del país”, donde la gente moriría de hambre.
-El verdadero problema de la humanidad es el crecimiento irrestricto de la población. Sí, claro, se está calentando el planeta, pero por qué. ¡Es debido al crecimiento de la población! Mientras más somos, más alimento necesitamos consumir, más energía necesitamos utilizar, más combustibles, más, más… ¡Hasta cuándo?! Cada vez que hay una población que tiene un crecimiento indefinido, se genera una catástrofe. Es inevitable. Nos moriremos de hambre. Y eso es Calcuta: cuando el mundo no le ofrece a uno las posibilidades de vivir porque son muchos los seres vivos. Si tengo dos dedos de frente, me doy cuenta que no puedo procrear hasta el infinito. Eso le falta entender a la Iglesia Católica. ¡Es espantoso! Es una invitación a la catástrofe de la pobreza, el hambre, el daño ambiental.
Claro.
-Por ejemplo, tenemos a una pareja que se casa, ambos trabajan, son amorosos, tienen un hijo y están bastante bien, la mamá puede tener tiempo para quedarse en la casa y cuidar a ese hijo sin la necesidad de salir a trabajar. Nace un segundo hijo y ya, a menos que suba el sueldo, se hace un poco más difícil. Nace un tercer hijo, un cuarto hijo, un quinto hijo, y ya la familia está en la pobreza. Mientras más hijos, inevitablemente hay más descuidos, porque no se puede nomás. Nuestro principal problema como humanidad es una procreación incontrolada. Es bueno tener dos hijos y no más. Le hace bien a la pareja, a la familia y al país. Pero si a usted le dicen que cada vez que tenga un hijo va a tener un bono de tanto, entonces vamos teniendo hijos, porque habrá un respaldo y los padres pueden hasta decir que es una inversión. Entonces, si van a prohibir la pastilla del día después, por lo menos asegurémosle a las madres de esos niños no deseados un bono para que por lo menos tengan un mejor bienestar. Si una institución cualquiera se opone al aborto bajo la declaración que protege la vida, debería proteger toda la vida después de que el niño nazca. “Este niño nació indeseado, yo que estoy protegiendo la vida, me hago cargo de todo lo que va a pasar con ese niño hasta que sea grande”. ¡Pero nadie dice eso!
No…
-Nunca he escuchado decir a la iglesia que se va a hacer cargo de los niños, ¡pero seriamente!, no metiéndolos en una pieza con un sólo hoyito en una ventana para que sobreviva. En esa negación al aborto hay varias mentiras. Una de aquellas es ésta, de decir estoy protegiendo la vida, ¡y es mentira!, porque en verdad están protegiendo la procreación, algo muy distinto.
¿Sí?
-Estoy protegiendo el que nazcan más y ese es un problema serio. ¡¿Qué significa esto de proteger la vida?!
La eutanasia también se prohíbe para proteger la vida.
-¡Claro! Estamos viviendo en una sociedad donde no se nos trata como ciudadanos responsables. Si yo decido morir ahora, es mi decisión. Por qué tengo que dejarla al curso natural. El poder escoger eso es una cosa legítima. La preocupación está en otra parte, en la cultura en que vivimos, que usa cualquier cosa como motivo de comercio. Supongamos que estoy enfermo grave y el médico dice que me voy a morir. Le digo al doctor: ¿hay una esperanza?” y él me dice que no la hay. El tema no pasa porque vaya o no a morir. Pasa porque no quiero morir. No hay un conflicto entre la ciencia y la persona. La ciencia no está en conflicto con nada. Y nada debiera limitar la voluntad humana.

¿DROGA DURA?

El año pasado, otros de los debates se centró en el tema de la marihuana, que fue igualada a la cocaína y puesta en lista uno, de drogas duras.
-No hay que preocuparse si un joven se fuma un pito. La droga dura verdadera es el abandono de los niños, la agresión, la negación del bebé, las violaciones, los abusos, la pobreza. ¡Esas sí que son las drogas duras! Porque cuando los jóvenes y los adultos hombres y mujeres toman una droga se están refugiando allí, están tratando de escapar del abandono, de todo lo que estas cosas que te dije y que deberían preocuparnos. Hay drogas que son muy peligrosas, que te atrapan, como la heroína, la cocaína y la pasta base. La marihuana no es así, no es una droga similar a la coca. No te atrapa.
Sin embargo, el Conace no estimó eso.
-Claro. El tema verdadero es la educación, es el espacio social, es el ambiente familiar, es crear condiciones de vida legítima y eso requiere políticas de muchas clases, no solamente la prohibición de las drogas. El prohibir no conlleva a nada. Que los niños estén sumidos en las drogas, habla de las negaciones y los abusos a los cuales ellos han sido sometidos a lo largo de su infancia.

MATRÍZTICA

El 2006, Humberto Maturana, junto a la orientadora familiar Ximena Dávila, formaron el Instituto de Matríztica, un centro científico que según Maturana tiene como propósito “crear un espacio reflexivo que amplíe nuestro entendimiento del vivir en todas sus dimensiones, desde el bienestar del encanto del nacer, al bienestar del silencio del morir”.
¿Cómo usted llega a hacer un cruce entre la biología y lo social?
-El interés en lo cultural viene de mi madre asistente social, cuando la acompañaba a las visitas, veía pobreza, dolor, sufrimiento y yo quería entender cómo eso era posible, cómo podían existir tantas diferencias y yo fuera tan afortunado. Nosotros éramos muy pobres, pero no tanto como otras personas que visitábamos. Eso está como un hilo de sentires, pero lo que hace que me dediqué como ahora, de manera profunda, fue mi encuentro con Ximena Dávila.
¿Sí?
-Ella en su quehacer venía de su espacio más relacional y en nuestros primeros encuentros, ella me contó que se había dado cuenta que el acto por el cual se pide ayuda es siempre de origen cultural… De hecho, lo que hacemos en el Instituto surge de la ampliación del entendimiento de lo humano a que nos lleva la visión antropológica cultural que tiene Ximena. Fue así que decidimos crear, el 2006, el Instituto de Matríztica. Buscamos un cambio cultural, un cambio en el emocionar. No ponemos nuestra atención en lo que queremos cambiar, generando oposición, sino en lo que queremos conservar, generando inspiración.
¿En qué consiste en términos prácticos el Instituto de Matríztica?
-Hacemos círculos reflexivos, que son cursos interactivos de entendimiento humano y de lo cultural. Se estudia el origen del humano, el origen del lenguaje, cómo vemos, cómo escuchamos, qué clase de seres somos, cómo es que nos preocupa el bienestar de otros. Cosas simples, pero en las que muy pocas veces nos detenemos a reflexionar.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Réplica a columnista Gonzalo Rojas


Pascal Allende e
indemnización al MIR

(Cartas a "El Mercurio")
(Martes 27 de Enero de 2009)

Indemnización a miristas
Señor Director:
No causa extrañeza que Gonzalo Rojas, reconocido apologista de Augusto Pinochet, dedique su columna -en la página editorial de "El Mercurio" del pasado 21 de enero- a burlarse de nuestro reclamo para que les sea otorgada una modesta pensión a los exonerados políticos del MIR. Chilenas y chilenos que, desde jóvenes, entregaron gran parte de su vida a la resistencia contra la dictadura militar y a la recuperación de la democracia en nuestro país. Por si el señor Rojas no lo sabe o no lo quiere recordar, más de mil miristas fueron asesinados por los agentes de la dictadura, y muchos miles más fueron torturados y expulsados del país junto a sus familiares.
Hay una auténtica ironía en la que sí podemos coincidir con Gonzalo Rojas. El hecho de que para reparar a socialistas, comunistas, miristas, y a muchos otros chilenos que sufrieron el rigor de la dictadura y se sacrificaron en la lucha contra un gobierno inconstitucional y opresor, haya que inventar la figura de "empresas" (aunque a los defensores del neoliberalismo no debería molestarles). En cambio, quienes violaron la Constitución, ensangrentaron sus manos aniquilando y persiguiendo a otros chilenos, asaltaron las arcas fiscales para apropiarse de grandes industrias privatizadas a huevo e inventaron las voraces isapres para profitar de las imposiciones de millones de conciudadanos, se jubilan con el pago generoso de ese mismo Estado con los impuestos que pagamos todos. Ésta es la verdadera ironía de la historia reciente de nuestra patria: que al cabo de 20 años de "democracia" siga siendo castigada la víctima y se premie al victimario. Para ser justo, le concedo a Gonzalo Rojas que en esto también tienen responsabilidad los políticos opositores que traicionaron la gesta democrática de los de abajo y se concertaron con los militares y la derecha para co-gobernar civilmente esta desigual y egoísta sociedad. Y eso no tiene novedad alguna, pues se ha repetido muchas veces en estos casi doscientos años de la República de Chile. Es verdad.

Andrés Pascal Allende

La dictadura aún está viva




El Caso Rubilar
LA DERECHA Y SUS SOMBRAS

Por Carlos Peña (*)

(Este artículo fue publicado en el diario "El Mercurio" a raíz de las denuncias de la diputada Rubilar en torno a la supuesta existencia de falsos detenidos desaparecidos, acusación que se basó en falsa información entregada por Manuel Contreras, ex director de la DINA, actualmente en prisión condenado por innumerables crímenes durante la dictadura de Pinochet).

Las violaciones a los derechos humanos están rodeadas de mentiras y cobardías, y no precisamente de las víctimas. En medio de ese panorama, lanzar, como lo hizo una diputada, denuncias negligentes -basadas en alguien tan confiable como el ex general Contreras- es simplemente inaceptable. Especialmente si el sector que las formula nunca puso un empeño similar en condenar esos hechos y al régimen que los amparó.


Las denuncias de la diputada Rubilar -ni siquiera alcanzan la estatura de la maldad: apenas son torpes- permiten revisar uno de los temas más incómodos de la democracia chilena.Como todos sabemos, en Chile se hizo desaparecer personas, se ejecutó a otras y se torturó. Y todo ello por motivos políticos. Durante años la afiliación ideológica -al margen de lo que usted hiciera o dejara de hacer- hizo peligrar la vida.De todo ello -además de las víctimas de violencia política- hay amplia constancia.Primero fue la Comisión Rettig, luego la Comisión Valech. En momentos muy distintos -la primera en plena transición, la segunda una vez que la democracia se había consolidado- arribaron a lo mismo: los derechos humanos más básicos se maltrataron por motivos políticos. Y aunque en esta materia los números no son decisivos, son igualmente espeluznantes: la Comisión Rettig recogió evidencia de 2115 víctimas de violación de derechos humanos (desaparecimientos, ejecuciones, torturas con resultado de muerte); la Comisión Valech recogió 30.000 testimonios de torturas.No hay, a lo largo de todo el país, un abismo más grande que esa herida.Al mirarla -según consta en el Informe Rettig- casi nadie tiene motivos para el orgullo: ni los medios de comunicación, ni el Poder Judicial, ni las Fuerzas Armadas, ni las fuerzas políticas. Por cobardía, complicidad o simple flojera moral, cuando ocurrieron esos hechos nadie dijo nada.Cuando algo se dijo fue para encubrirlos o cohonestarlos.Todo lo que ha sido posible averiguar de los desaparecidos -entre ellos Luis Emilio Recabarren, cuyos familiares, esta semana, sintieron que se les acusaba de un dolor fingido- ha sido en medio de tropiezos y negaciones de quienes saben qué ocurrió. Y los mecanismos para averiguar la verdad han reposado sobre la simple persuasión. La Comisión Rettig debió actuar con la sola fuerza de su prestigio a fin de recabar antecedentes. Y la Comisión Valech lo mismo.Así y todo, ambas lograron lo que las instituciones (jueces, fuerzas armadas, medios) no fueron capaces de hacer.En todos esos casos se alcanzaron verdades más o menos globales; pero el destino de muchos y la justicia debida a sus deudos y sus familiares sigue todavía pendiente.En medio de ese panorama de mentiras, trampas, zancadillas, coartadas, excusas de diversa índole y encubrimientos mantenidos por décadas (y que no provienen precisamente de las víctimas) lanzar denuncias vistosas, obtenidas con negligencia, prestar fe a criminales y sacar conclusiones absurdas y ni siquiera plausibles, no alcanza a ser malo: es simplemente estúpido. Si Hanna Arendt habló alguna vez de la banalidad del mal, ahora podríamos hablar de la estulticia que, tarde o temprano, suele acompañarlo.Especialmente si el sector que formuló esas denuncias falaces (es fácil imaginar cuánto transpiraron para obtener esos antecedentes) nunca puso el mismo empeño en condenar las violaciones a los derechos humanos, ni al gobierno que los practicó, ni a los funcionarios que los cohonestaron, ni a los intelectuales que tejieron excusas para justificarlos, ni a los jueces que echando mano a pretextos formularios evitaron investigar, ni a los medios que decidieron comulgar con ruedas de carreta, ni a los agentes del estado que guardan todavía un silencio porfiado.La forma en que se presentaron, y comentaron, esos casos de falsos desaparecidos o víctimas es absolutamente inaceptable. Desmedra injustamente la posición de las víctimas y deteriora la cuestión moral que le subyace y que nos interesa a todos preservar. Por eso quien ha participado de ella -entre otras la diputada Rubilar: víctima de la seducción de las cámaras- no debe presidir una Comisión de Derechos Humanos. No por un asunto de posición política. Es por la incompetencia que mostró -superficialidad sería una palabra piadosa- en el manejo y la comprensión del asunto.Y desde luego Piñera -que aspira a la Presidencia de la República, nada menos- debiera mostrar una visión más global y exigir a los partidos, y a los dirigentes que lo apoyan, mayor circunspección intelectual y moral en este asunto.Después de todo, incluso si esas denuncias hubieran resultado ciertas, ellas no habrían dicho nada de cuán eficiente o no ha sido la política de derechos humanos (son otros los motivos para quejarse de ella), sino cuán torcida y cobarde ha sido la actitud de quienes, con múltiples pretextos, todos pueriles, se han negado a entregar información y a investigar la suerte de las víctimas.Por eso, más que la diputada Rubilar -cuyo pecado no fue la maldad, sino la torpeza- es la derecha y sus dirigentes la que debiera adoptar una actitud más contenida y más racional. Es demasiado obvio que al hacer escándalo con estos casos de falsificaciones la derecha está mostrando cuánta culpa le subyace.Y es que cuando se siente culpa por el pasado no hay más que dos caminos: sentir el deseo de ser castigado por la transgresión o relativizar poco a poco lo que ocurrió hasta el extremo de negarlo.

(*) Carlos Peña es un destacado intelectual chileno y actualmente se desempeña como rector de la Universidad Diego Portales, de Santiago, Chile.